Somos personas que nacimos, amamos  y vivimos para el campo y conscientes además de la necesidad de procurar un giro en la mentalidad de nuestros campesinos con respecto al uso de la tierra. La cual, en lo posible,   no tiene que ser destinada en su totalidad al cultivo de productos agrícolas tradicionales, sino que en gran parte de la mismas es posible la recreación pasiva,  siempre y cuando se conserven los bosques en su estado más natural posible.

Bajo esta perspectiva y dado que la humanidad ahora más que nunca, si en realidad quiere que las generaciones próximas vivan y  disfruten de estas maravillas en vez de errar por desiertos inhóspitos, padeciendo inclemencias, pues debe darse a la tarea de ayudar a quienes poseen bosques y tierras de cultivo en la manutención y el cuidado de las mismas. 

En Colombia las políticas de estado no son claras al respecto,  y más bien obligan a los propietarios de terrenos a destinarlos a menesteres que en nada benefician a la humanidad. Y la angustiosa tarea de la conservación de bosques y de todo tipo de espacios naturales, debe ser una obligación de todos y no del sacrificio de unos pocos soñadores.